CORPUS EN SAN ONOFRE
Antonio
Burgos – 11 de mayo de 2012 – ABC de Sevilla
Si
siempre es Domingo de Ramos en la palma de la Giralda, siempre es Corpus
de juncia y romero en San Onofre
Que no saque
Zoido tanto pecho, porque en Sevilla hay muchos alcaldes. Según mis cuentas,
por lo menos cuatro. Está el alcalde de Caballos de la plaza de los toros,
cargo transmitido de generación en generación, como todos los de los empleados
del coso. Esta luego el alcalde de los Negros, que es el hermano mayor de la hermandad
de los Negritos. Y esta el otro alcalde de la Plaza Nueva. Si, en
esta Sevilla dual por barroca, en la Plaza Nueva hay dos alcaldes: uno en la que fue
Casa Grande de San Francisco, elegido por los sevillanos, y el otro, sin salir
de la isabelina Plaza Nueva, plaza vieja para mi y para Juan Antonio Cavestany,
en otro de los restos que allí se conservan del que fue cenobio franciscano y
luego gran plaza romántica. El otro alcalde de la Plaza Nueva esta en la
capilla de San Onofre, que quedó embutida en la ordenación arquitectónica del
XIX tras el derribo del Convento Casa Grande de San Francisco y la urbanización
de su huerta. El otro alcalde de la Plaza Nueva es el hermano mayor de la Hermandad de las Animas
de San Onofre, al que de antiguo dan el titulo de Alcalde. Fundada en época
fernandina, esta hermandad tiene algo que solucionaría la pesadez de ver pasar
tantísimo nazareno en Semana Santa: numerus clausus, iOh, maravilla! Solo 40
sevillanos, 40 pueden ser hermanos de San Onofre, y esos puestos, como si fuera
una Real Maestranza de las Benditas .Animas del Purgatorio, pasan con probanza
de padres a hijos.
Entren, entren
en la capilla de San Onofre, perfectamente disimulada en la arquitectura civil
de la plaza, en cuya fachada un mármol reciente y reluciente proclama bajo una
Custodia: «Adoración Eucarística Perpetua». Entren, entren y sientan. Silencio
de manifiesto del Santísimo en el colegio, con los largos velos blancos de las
niñas en el patio de la
Doctrina Cristiana. Silencio de monumento eucarístico
conventual el Jueves Santo en las Capuchinas. Desde fuera se oye el tranvía,
los gritos de los niños que juegan, los pájaros que cantan al atardecer en las
altas palmeras. Dentro, silencio de Sevilla pura. La Sevilla de la Loca del Sacramento. Una
Sevilla secreta e impoluta, de cera roja y chaqués, de palios para Su Divina
Majestad, de procesión pascual de balcones colgados con mantones de Manila y
colchas nupciales.
Y en el
silencio, la memoria me canta el viejo himno del Congreso Eucarístico de Madrid
de 1911: «Dios esta aquí venid, adoradores, adoremos a Cristo Redentor».
Cantemos al Amor de los Amores, porque Dios esta permanentemente, desde
noviembre de 2005, en esta Custodia de San Onofre, noche y día, invierno y
verano. Y 600 voluntarios vienen a adorarlo, a cumplir tumos de vela. Como una
guardia de armas a lo divino en esta garita recoleta que preside la Purísima, escoltada por
San Fernando y San Hermenegildo en el barroco retablo mayor de Bernardo Simón
de Pineda.
Entro en San
Onofre, en el atardecer de pájaros y palmeras, y hay como veinte o treinta
fieles arrodillados. Portagayola de la adoración a Dios sacramentado, una larga
cambiada al laicismo. ¿He dicho cuerpo de guardia de los adoradores? Quizá
mejor Corpus de guardia. A mi el interior de la capilla de San Onofre, donde
Dios se echa a Cuerpo en este interior de Sevilla con Custodia, me ha olido a
juncia y a romero. Si siempre es Domingo de Ramos en el bronce de la palma de la Giralda, siempre es Corpus
de juncia y romero en la secreta, callada, valiente adoración de la Custodia, Arfe en
miniatura, seises sin violines, uva y trigo de la fe, en la capilla de San
Onofre. Ya se han callado los pájaros. Hace un frescor de mañana de chaquetas
blancas. Ahora se oyen las campanas de la Giralda y hasta suena «Corpus Christi» en la Banda de Soria.