Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley:
"Todo varón primogénito será consagrado al Señor".
También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él lo que era costumbre según la ley, él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo:
«Ahora, mi dueño, según promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: una luz para iluminar a las naciones y gloria para tu pueblo Israel».
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La “Universidad de Curas de Sevilla y Hermandad de San Pedro ad Vincula” desea a todos los Pastores de la Iglesia Hispalense e Obispos, Presbíteros y Diáconos f una santa y feliz Navidad de Jesús. El altar del Sacrificio eucarístico, al que servimos como sacerdotes, y el tabernáculo de la Presencia del Emmanuel, serán en estos días de Navidad nuestro verdadero “Belén viviente”.