HOMILIA PRONUNCIADA POR EL SR. CANÓNIGO MAGISTRAL DE LA CATEDRAL DE SEVILLA EN LA FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO
FIESTA
DE SAN FERNANDO REY
(S.I.CATEDRAL 30-MAYO-2015)
HOMILIA DE
LA MISA
Hermanos sacerdotes concelebrantes, Excmo.
Cabildo Catedral, Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal de
Sevilla, en funciones tras las pasadas elecciones locales, Asociación de fieles
de Ntra. Sra. de los Reyes y San Fernando, Orden de Caballeros y Damas de San
Clemente y San Fernando, Representaciones diversas, y hermanos todos que
participáis en esta solemne Eucaristía en la fiesta del Santo Rey Fernando:
Celebramos a un gran santo, un
personaje extraordinario de nuestra historia, conquistador de nuestra ciudad y
restaurador de la vida y el culto
cristianos en Sevilla, desde aquel 23 de noviembre de 1248. Es quizá el Rey
Fernando, con Isabel la Católica, la más completa y decisiva figura de nuestra
historia política.
Creo especialmente importante subrayar hoy
que Fernando III de Castilla y de León fue sin duda un
cristiano de santidad extraordinaria. Pero
--me gusta repetir-- no fue un
monje o fraile metido a rey y a político, sino un seglar cristiano que, en el
ejercicio de su vida militar, política, familiar y social, buscó a Dios y como
cristiano se entregó plenamente a Él en el servicio de los hombres, en la
España de su tiempo.
Para ser un buen cristiano primero
hay que ser muy humano. Y el Rey Fernando lo fue. Era deportista, elegante,
culto, amigo de la buena música y de los trovadores, impulsor de la
construcción de las grandes catedrales góticas españolas. Es verdadero y modélico seglar cristiano con
las formas propias del caballero cristiano medieval, como no podía ser de otra
manera. Rey tolerante y magnánimo con judíos y musulmanes. Prudente gobernante
en sus relaciones con la Iglesia de Roma, con los prelados españoles, con los
otros reyes de España; impulsor de la codificación y reforma del derecho,
animador de las recién creadas universidades.
Una figura colosal este Santo Rey,
cuyos restos --maravillosa reliquia con
autenticidad de siglos-- se veneran en
nuestra Capilla Real con tanta piedad y devoción popular. El Rey Fernando nace
y vive en la primera mitad del siglo XIII, y muere en 1252 con fama de
santidad, admirado por sus súbditos, y también por jefes militares vencidos en
sus batallas. El siglo XIII es un siglo
de Oro de la cristiandad, enriquecida espiritualmente por las nuevas Órdenes
Religiosas de franciscanos y dominicos. Siglo de Cruzadas, de santos, de
teólogos, de universidades y catedrales. Será canonizado en 1671 por el Papa
Clemente X. San Fernando es ejemplo y
modelo de lo que, en lenguaje de hoy, llamaríamos un cristiano auténtico en la
vida pública.
Surge la pregunta, ¿se puede ser
verdaderamente santo, de altar, en medio de los avatares de la vida cultural,
social, política, metido a fondo en medio del mundo? La respuesta de siempre y de hoy de la
Iglesia es que no sólo es posible sino que es obligado, exigido, por nuestra vocación bautismal, que nos hace
criaturas nuevas hijos de Dios y de la Iglesia. Una doble fidelidad nos urge a
los bautizados: la fidelidad a Jesucristo, a su persona --¡está vivo!--, a su obra, a su mensaje; y la fidelidad a
nuestros hermanos los hombres, todos, a los que hemos de servir con nuestro
esfuerzo por construir una humanidad mejor, más justa, más igual, más
solidaria, con especial sensibilidad para los dolores y carencias de los más
pequeños y necesitados.
La santidad no está --ni siquiera para los santos elevados a los
altares-- en hechos extraordinarios o
milagrosos. Está más bien en el ejercicio de todas las virtudes, en el heroísmo
de lo pequeño y ordinario, en el trabajo, en la familia, en el compromiso
personal y social de cada uno, según su propia vocación, siempre con un
apasionado amor a Dios y al prójimo.
Hermanos, no nos conformemos con
cumplir mínimos. Seamos hombres y
mujeres de grandes aspiraciones, de máximos, en el servicio y en la entrega. No
nos cansemos de luchar por ser mejores, más coherentes con nuestra fe, con
nuestros principios y valores, con nuestras convicciones más hondas.
En el momento actual de la vida de
nuestro país --manchada con casos
vergonzosos de corrupción en personas e instituciones-- se nos pide una gran ejemplaridad personal,
privada y pública. A los que no son creyentes, o lo son poco, se les exige por
honradez, por coherencia, por espíritu de servicio, por lealtad a los compromisos adquiridos con la
sociedad. A los creyentes, además, por fidelidad a Jesucristo, por el
compromiso irrevocable con el sentido cristiano de la vida.
Tan mala o peor que la crisis
económica --de tantas repercusiones
sociales con daño de los más
pobres-- es la crisis de valores, que se
manifiesta en el afán desmedido de poder, de dinero, de hedonismo, a cualquier
coste. No podemos generalizar al hablar de corrupción. Pero tampoco queremos
restarle importancia reduciéndola a contadísimos casos individuales de unos
pocos desalmados o sinvergüenzas. Es necesaria una verdadera regeneración
moral, individual y colectiva. Hoy se lo pedimos a nuestro Santo Rey Fernando,
especialmente para los que tienen, tenemos, especiales responsabilidades en la
sociedad y en la Iglesia.
La fiesta de San Fernando reúne hoy,
en nuestra “Magna Hispalensis” a los dos
Cabildos, el Municipal y el de la S. I. Catedral. Que demos uno y otro buen
ejemplo en nuestros propios cometidos y competencias. Los políticos con el
insobornable compromiso de servicio al bien común, preferentemente a los pobres
y a las víctimas de la crisis económica. El Sr. Arzobispo de Sevilla en
recientes declaraciones radiofónicas pedía a los gobernantes “que favorezcan
las políticas en defensa de las familias, la maternidad, el derecho a elegir la
educación, la dignidad del ser humano, la libertad de enseñanza religiosa; que
respeten siempre el principio de subsidiaridad de la Doctrina Social de la Iglesia.
Porque da la impresión de que vamos a un estatalismo global, en el que el
Estado y las administraciones ocupen todos los espacios de la vida social”. Y
por nuestra parte, los eclesiásticos, el
Cabildo Catedral, con la actividad espiritual y pastoral, preocupados por la
mejor conservación del Templo y de su patrimonio artístico y cultural, pero más
preocupados todavía por su patrimonio religioso y espiritual, en el culto y en el ejercicio de la caridad y
el apostolado.
Hoy es un gran día para Sevilla, para
sus autoridades, para toda la ciudadanía y para la Iglesia hispalense, que
encuentran en el patrocinio del Rey San Fernando modelo y ayuda.
Estamos terminando el mes de mayo,
siempre mariano. A la mediación maternal de Santa María nos acogemos. Ella, la
Madre del Señor y Madre nuestra, la Patrona y Señora de Sevilla, la fernandina
Virgen de los Reyes, interceda por todos nosotros, por Sevilla y los
sevillanos, y cuide con especial ternura de los que más necesitan su auxilio en
lo material y en lo espiritual. Virgen de los Reyes, intercede por nosotros