viernes, 12 de junio de 2015

FERNANDO III, EL REY SANTO


HOMILIA PRONUNCIADA POR EL SR. CANÓNIGO MAGISTRAL DE LA CATEDRAL DE SEVILLA EN LA FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO

FIESTA DE SAN FERNANDO REY 
(S.I.CATEDRAL 30-MAYO-2015)
HOMILIA DE LA MISA

                  Hermanos sacerdotes concelebrantes, Excmo. Cabildo Catedral, Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal de Sevilla, en funciones tras las pasadas elecciones locales, Asociación de fieles de Ntra. Sra. de los Reyes y San Fernando, Orden de Caballeros y Damas de San Clemente y San Fernando, Representaciones diversas, y hermanos todos que participáis en esta solemne Eucaristía en la fiesta del Santo Rey Fernando:

                 Celebramos a un gran santo, un personaje extraordinario de nuestra historia, conquistador de nuestra ciudad y restaurador de la  vida y el culto cristianos en Sevilla, desde aquel 23 de noviembre de 1248. Es quizá el Rey Fernando, con Isabel la Católica, la más completa y decisiva figura de nuestra historia política.

          Creo especialmente importante subrayar hoy que  Fernando  III de Castilla y de León fue sin duda un cristiano de santidad extraordinaria. Pero  --me gusta repetir--  no fue un monje o fraile metido a rey y a político, sino un seglar cristiano que, en el ejercicio de su vida militar, política, familiar y social, buscó a Dios y como cristiano se entregó plenamente a Él en el servicio de los hombres, en la España de su tiempo.

          Para ser un buen cristiano primero hay que ser muy humano. Y el Rey Fernando lo fue. Era deportista, elegante, culto, amigo de la buena música y de los trovadores, impulsor de la construcción de las grandes catedrales góticas españolas.  Es verdadero y modélico seglar cristiano con las formas propias del caballero cristiano medieval, como no podía ser de otra manera. Rey tolerante y magnánimo con judíos y musulmanes. Prudente gobernante en sus relaciones con la Iglesia de Roma, con los prelados españoles, con los otros reyes de España; impulsor de la codificación y reforma del derecho, animador de las recién creadas universidades.

          Una figura colosal este Santo Rey, cuyos restos  --maravillosa reliquia con autenticidad de siglos--  se veneran en nuestra Capilla Real con tanta piedad y devoción popular. El Rey Fernando nace y vive en la primera mitad del siglo XIII, y muere en 1252 con fama de santidad, admirado por sus súbditos, y también por jefes militares vencidos en sus batallas.  El siglo XIII es un siglo de Oro de la cristiandad, enriquecida espiritualmente por las nuevas Órdenes Religiosas de franciscanos y dominicos. Siglo de Cruzadas, de santos, de teólogos, de universidades y catedrales. Será canonizado en 1671 por el Papa Clemente X.  San Fernando es ejemplo y modelo de lo que, en lenguaje de hoy, llamaríamos un cristiano auténtico en la vida pública.

          Surge la pregunta, ¿se puede ser verdaderamente santo, de altar, en medio de los avatares de la vida cultural, social, política, metido a fondo en medio del mundo?  La respuesta de siempre y de hoy de la Iglesia es que no sólo es posible sino que es obligado, exigido, por  nuestra vocación bautismal, que nos hace criaturas nuevas hijos de Dios y de la Iglesia. Una doble fidelidad nos urge a los bautizados: la fidelidad a Jesucristo, a su persona  --¡está vivo!--,  a su obra, a su mensaje; y la fidelidad a nuestros hermanos los hombres, todos, a los que hemos de servir con nuestro esfuerzo por construir una humanidad mejor, más justa, más igual, más solidaria, con especial sensibilidad para los dolores y carencias de los más pequeños y necesitados.

          La santidad no está  --ni siquiera para los santos elevados a los altares--  en hechos extraordinarios o milagrosos. Está más bien en el ejercicio de todas las virtudes, en el heroísmo de lo pequeño y ordinario, en el trabajo, en la familia, en el compromiso personal y social de cada uno, según su propia vocación, siempre con un apasionado amor a Dios y al prójimo.

           Hermanos, no nos conformemos con cumplir mínimos.  Seamos hombres y mujeres de grandes aspiraciones, de máximos, en el servicio y en la entrega. No nos cansemos de luchar por ser mejores, más coherentes con nuestra fe, con nuestros principios y valores, con nuestras convicciones más hondas.
          En el momento actual de la vida de nuestro país  --manchada con casos vergonzosos de corrupción en personas e instituciones--  se nos pide una gran ejemplaridad personal, privada y pública. A los que no son creyentes, o lo son poco, se les exige por honradez, por coherencia, por espíritu de servicio, por  lealtad a los compromisos adquiridos con la sociedad. A los creyentes, además, por fidelidad a Jesucristo, por el compromiso irrevocable con el sentido cristiano de la vida.

          Tan mala o peor que la crisis económica  --de tantas repercusiones sociales con daño de los  más pobres--  es la crisis de valores, que se manifiesta en el afán desmedido de poder, de dinero, de hedonismo, a cualquier coste. No podemos generalizar al hablar de corrupción. Pero tampoco queremos restarle importancia reduciéndola a contadísimos casos individuales de unos pocos desalmados o sinvergüenzas. Es necesaria una verdadera regeneración moral, individual y colectiva. Hoy se lo pedimos a nuestro Santo Rey Fernando, especialmente para los que tienen, tenemos, especiales responsabilidades en la sociedad y en la Iglesia.

          La fiesta de San Fernando reúne hoy, en nuestra “Magna Hispalensis”  a los dos Cabildos, el Municipal y el de la S. I. Catedral. Que demos uno y otro buen ejemplo en nuestros propios cometidos y competencias. Los políticos con el insobornable compromiso de servicio al bien común, preferentemente a los pobres y a las víctimas de la crisis económica. El Sr. Arzobispo de Sevilla en recientes declaraciones radiofónicas pedía a los gobernantes “que favorezcan las políticas en defensa de las familias, la maternidad, el derecho a elegir la educación, la dignidad del ser humano, la libertad de enseñanza religiosa; que respeten siempre el principio de subsidiaridad de la Doctrina Social de la Iglesia. Porque da la impresión de que vamos a un estatalismo global, en el que el Estado y las administraciones ocupen todos los espacios de la vida social”. Y por nuestra parte,  los eclesiásticos, el Cabildo Catedral, con la actividad espiritual y pastoral, preocupados por la mejor conservación del Templo y de su patrimonio artístico y cultural, pero más preocupados todavía por su patrimonio religioso y espiritual,  en el culto y en el ejercicio de la caridad y el apostolado.

          Hoy es un gran día para Sevilla, para sus autoridades, para toda la ciudadanía y para la Iglesia hispalense, que encuentran en el patrocinio del Rey San Fernando modelo y ayuda.

          Estamos terminando el mes de mayo, siempre mariano. A la mediación maternal de Santa María nos acogemos. Ella, la Madre del Señor y Madre nuestra, la Patrona y Señora de Sevilla, la fernandina Virgen de los Reyes, interceda por todos nosotros, por Sevilla y los sevillanos, y cuide con especial ternura de los que más necesitan su auxilio en lo material y en lo espiritual. Virgen de los Reyes, intercede por nosotros